Teniéndote tan cerca, me siento muy distante. Desde donde estoy sentada cada tarde te observo, me encanta como frunces el ceño cuando no entiendes algo o cuando te tocas el pelo, en señal de aburrimiento. Tus ojos marrones, oscuros, profundos capaces de hacerme sentir lo que nadie me hizo sentir con sólo una mirada.
Te acercas, pasas por mi lado, me rozas con la manga de tu chaqueta, pero ni siquiera me miras, se como te llamas, cuales son tus libros preferidos, sé que vienes a la biblioteca cada tarde para refugiarte del circo que tienes en casa y que prefieres una buena taza de chocolate caliente que una copa de algo mucho más fuerte y que intentas hacerte el fuerte para parecerser lo, pero yo sé que no eres así.
Cansado cada tarde recorres la biblioteca con respuestas que esperas encontrar en las páginas de los libros, respuestas, cariño... Pero cada tarde te vas igual que como has entrado.
Siento el impulso de levantarme de mi silla y acariciarte, pasar mi dedo por tu espalda o enredarme en tu pelo, pero hay algo en tu mirada que me echa para atrás.
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